2.10.09

El Nuevo Dia, 23 de noviembre de 2005

Samuel y Goni

F. Javier Limpias Ch.


Samuel Doria Medina cree que todo se puede comprar. Se compró todas las empresas de cemento del país formando un monopolio, se compró un partido, una militancia ficticia, una ideología centrista y prestada y, ahora, quiere comprarse el sillón presidencial.
Sin embargo, un buen empresario no necesariamente es un buen presidente. Dicen que Doria Medina, en privado y en público se compara a sí mismo con Max Fernández, no por nada tiene uno de los herederos de éste en sus listas de candidatos. Pero quizás, en realidad, la comparación más acertada sería con Gonzalo Sánchez de Lozada.
Goni, igual que Doria Medina, era uno de los más exitosos empresarios de nuestro país. En un momento dado de sus vidas, a ambos sus empresas les quedaron pequeñas para el tamaño de sus ambiciones personales, ya que supuestamente los dos vendieron sus empresas y se preguntaron a sí mismos: ¿por qué no hacerme cargo del país?
Goni y Samuel comenzaron como ministros del sector económico y parece que les gustó. Es cierto que Goni apuntó en su currículum, para bien o para mal, el famoso Decreto Supremo 21060 para acabar con la hiperinflación, mientras que el paso de Doria Medina fue mucho más modesto y tuvo que conformarse con privatizar un par de hoteles y alguna hilandería.
En lo político, Goni se compró el MNR cuando Paz Estensoro ya estaba demasiado viejo para evitarlo. Doria Medina trató de comprarse el MIR, pero se topó con un Jaime Paz que todavía no estaba dispuesto a tirar la toalla. Por eso, tuvo que adquirir un nuevo partido full equipo al que llamó Unidad Nacional y en el que también es dueño hasta de los ceniceros.
Para desgracia de muchos bolivianos, a Goni no le fue tan mal como político: llegó a Presidente dos veces. Sin embargo, en su primera experiencia vendió todos los bienes públicos y en la segunda tuvo que huir en helicóptero dejándonos hundidos en la más profunda crisis política de la que tenemos recuerdo. Goni pensaba que un país se gobernaba de la misma manera en la que se dirige una empresa. Se olvidaba que los países tienen ciudadanos, no trabajadores ni accionistas, y que el dinero y los activos que administra no le pertenecen a él, sino que son el patrimonio de todos.
Samuel va por el mismo camino. Detrás de un discurso ideológicamente vacío en el que defiende un “extremo-centrismo” desbocado (no es de derecha ni de izquierda sino todo lo contrario), se esconde la ambición personal de un hombre que ha decidido que Bolivia merece que “él” sea el Presidente. Si lo logra, cosa poco probable, querrá poner a todos los gerentes de sus empresas de ministros y pensará que se gobierna un país como se administra una cementera.
Pero al final, es nomás cierto que ambos no se parecen en todo, pues Doria Medina tiene menos carisma que un tanque de agua hecho de concreto. Sólo sonríe cuando sube el precio de la bolsa de cemento y no me lo imagino contando chistes socarrones como hacía Goni. No lo se, quizás ese es un punto a su favor.

3 comentarios:

  1. Estimado lector y oyente de la Pampita:
    Publico por segunda vez este artículo de opinión que, como dice su título, fué publicado hace casi cuatro años. Como verán, la historia en nuestro país se repite...
    slds...

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  2. Samuel Doria no ve más allá de sus propios intereses. Mimado desde niño, quiere ser presidente de la misma manera que a los 6 años quería un camión de juguete y a los 40 un hummer. El camión y el hummer se compra con plata, la presidencia, por suerte, no. Por el camino le hace el juego a Evo Morales y éste no nacionaliza su cementera. Los dos contentos.

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  3. Bueno, están de por medio las canteras para fabricar cemento (concesión del Estado), los impuestos al IVA y demás eñes y eses. Doria Medina sabe que no puede ser Presidente, pero que sí es interesante preservar siempre un espacio de poder para protegerse. Al fin y al cabo es uno de los testigos de excepción y presenciales de la aprobación en Oruro del Mamotreto trucho conocido como la nueva CPE del MAS.

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